Respuestas ante el trauma: Más allá de la lucha o huida

El trauma se define como la exposición a eventos en los que se percibe que la propia integridad corre peligro, como por ejemplo, amenazas de muerte, lesiones graves o violencia sexual. Esta exposición no tiene por qué ser necesariamente en primera persona, sino que el ser testigo o conocedor de dichos eventos, puede también constituir un trauma (DSM, 2014).

Tradicionalmente, se pensaba que ante una situación amenazante y violenta, los individuos solo respondían de dos maneras: luchando activamente contra este peligro, o huyendo de él. No obstante, gracias a diversas investigaciones del campo de la psicología y de la neurociencia, en los años 90 empieza a aparecer otra (una tercera) posibilidad que no se valoró en su momento: la paralización.

El gran defensor de esta perspectiva fue Stephen Porges. Este autor observó que los seres humanos y otros animales, respondían inmovilizándose cuando se encontraban ante amenazas a las que no podían enfrentarse con éxito mediante la lucha o huida. Porges definió esta respuesta de inmovilización como un mecanismo de defensa primitivo que puede ayudar a evitar la detección por un depredador o a minimizar el daño durante un ataque.

Todas estas aportaciones cristalizaron en lo que hoy en día se conoce como la Teoría Polivagal.

Para entender esta teoría es necesario comprender como funcionan las distintas partes de nuestro cerebro.

  • Cerebro reptiliano: mantiene las funciones básicas de nuestro organismo (regulación del ritmo cardiaco, respiración, temperatura corporal…). Es un sistema primitivo, que funciona de forma instintiva.
  • Sistema límbico: encargado de las respuestas emocionales, como el miedo o el placer. En él, se encuentra la amígdala, estructura que se activa al detectar un peligro y cuya misión es muy importante: dar una señal de alarma. Por último, al igual que el cerebro reptiliano, su funcionamiento es instintivo.
  • Neocortex: este sistema es el más sofisticado, se hace cargo del control, la imaginación, planificación y lógica. A diferencia de las otras dos estructuras mencionadas, esta funciona de forma consciente.

Adyacente a estos sistemas cerebrales se encuentra el Sistema Nervioso Autónomo, una red compleja con dos componentes principales que trabajan en equilibrio.

  • Por un lado, el Sistema Nervioso Simpático prepara al cuerpo para la acción: aumenta el ritmo cardíaco, eleva la presión arterial y libera reservas de energía en respuesta a las señales de alarma, configurando las respuestas de lucha o huida.
  • Por el otro, el Sistema Nervioso Parasimpático, puede generar dos tipos de respuesta diferentes:
  • Respuesta vagal ventral: promueve estados de reposo y digestión, reduciendo la frecuencia cardíaca y favoreciendo la relajación.
  • Respuesta vagal dorsal: que lleva a la inmovilización.

La Teoría Polivagal defiende que, cuando percibimos que nuestra supervivencia se encuentra amenazada, la amígdala se activa, da la señal de alarma a nuestro sistema nervioso autónomo, y la parte primitiva e instintiva del cerebro toma el control. Dicho de otra manera, nuestro neocortex y pensamiento lógico, quedan relegados a un segundo plano.

Asimismo, y como se ha mencionado, tradicionalmente se asumía que ante el trauma, las únicas respuestas posibles eran la lucha o la huida, desencadenadas por la activación del sistema nervioso simpático, el cual eleva las pulsaciones, la sudoración y prepara al organismo para la acción inmediata frente a amenazas. Sin embargo, la Teoría Polivagal subraya la importancia del Sistema Nervioso Parasimpático, habitualmente asociado con la relajación y la calma, revelando que también tiene un papel fundamental en momentos de riesgo. Este sistema puede activar una respuesta de ‘inmovilización’, que no es baladí para la supervivencia. En situaciones en las que ni la lucha ni la huida son posibles, el parasimpático puede inducir un estado de inmovilidad como estrategia adaptativa cuyo objetivo disminuir el daño físico y emocional durante episodios traumáticos.

Conclusión e implicaciones

La Teoría Polivagal no solo enriquece nuestra comprensión de la neurofisiología del trauma, sino que también tiene significativas implicaciones para las víctimas de eventos traumáticos. Reconociendo que la respuesta de paralización es una reacción instintiva y no una elección consciente, esta teoría desafía la tendencia social y jurídica de cuestionar o juzgar a las víctimas por su falta de resistencia ante una amenaza. Entender que el sistema nervioso puede automáticamente optar por “congelarse” en lugar de luchar o huir, ayuda a la desculpabilización de la víctima, especialmente en casos de violencia sexual, donde las reacciones de paralización son a menudo malinterpretadas como consentimiento.

Además, la integración de este conocimiento en los protocolos de atención a víctimas puede mejorar el apoyo psicoterapéutico, al validar sus experiencias y enfocar estrategias de recuperación que consideren la complejidad de las respuestas humanas ante el peligro.

IGUALDAD DE GÉNERO

En coherencia con el valor asumido de la igualdad de género, todas las denominaciones que en este documento hacen referencia a personas y se efectúan en género masculino, cuando no hayan sido sustituido por términos genéricos, se entenderán hechas indistintamente, según el género de la persona que los desempeñe.

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