Me veo motivada a escribir este artículo porque a lo largo de mi trayectoria profesional han sido innumerables las veces que he escuchado la frase: Yo no creo en los psicólogos.
Esta frase siempre me lleva a responder a estas personas: ¿Es entonces la psicología una cuestión de fe? Las respuestas que he recibido a la pregunta que les propongo son inmensamente variadas, y en la mayoría de las ocasiones me producen inicialmente una sensación de enfado que posteriormente se transforma en un poso de preocupación.
La importancia de estar bien informados cuando acudimos a un profesional
La importancia de acudir a un profesional
El enfado aparece por lo paradójico que me resulta pensar en que cuanto mayor es el acceso a la información más desinformados parecemos estar. Y la preocupación remanente, se produce por el riesgo que supone poner en manos de personas no especializadas algo tan preciado como nuestro bienestar físico y mental.
Por todo lo anterior, como profesional de la salud mental me siento responsable de “abrir la puerta” a una información fidedigna y fiable sobre lo que actualmente entendemos por ciencia o método científico y lo que se vende como tal, pero no lo es: las llamadas terapias alternativas o pseudociencias.
¿Qué es en realidad la ciencia o el método científico?
En la actualidad escuchamos con mucha frecuencia que algo “está científicamente demostrado”. Pero, ¿qué significa realmente esta frase? ¿Nos podemos fiar de ella?
Lamentablemente no, ya que no todo experimento cumple los principios establecidos por la comunidad científica para ser considerado válido y fiable. Sin embargo, en muchas ocasiones, el mero hecho de haber probado distintos productos con algunas personas en a saber qué condiciones, parece legitimar el empleo de dicho término (en la publicidad televisiva nos exponemos a engaños de este tipo) perjudicando así a los experimentos que sí se ajustan al método científico.
Explico a continuación algunos ejemplos que si se someten a las pautas de los métodos científicos:
Dentro de unos márgenes de variabilidad según el campo de actuación en el que nos encontremos, existen ciertos principios generales que determinan si un conocimiento, una metodología o una práctica se puede llamar o no ciencia, con los que la comunidad científica está de acuerdo.
En primer lugar es imprescindible que todos los resultados obtenidos sean reproducibles, lo que significa que, manteniendo las mismas condiciones, el resultado debe ser el mismo independientemente qué cuándo, dónde o quién lo haga. Sería caótico que un ibuprofeno pudiera funcionar de una u otra forma en función de quién lo recetó. (Quedaos con esta frase a la que volveré más adelante)
En segundo lugar, para evitar la influencia de las ideas y creencias preconcebidas de las personas que utilizan el método científico se llevan a cabo una serie de procedimientos específicos. Uno de ellos, a modo de ejemplo y entre otros muchos que existen, consiste en el reparto al azar en varios grupos experimentales de los sujetos participantes en el estudio.
Uno de estos grupos recibirá el tratamiento (médico, psicológico…) y el otro no, pero en ambos casos ninguno de los participantes de los grupos es conocedor de si está o no recibiendo el tratamiento que se está probando.
De este modo se controlan o eliminan las influencias de los participantes y se puede así medir la eficacia de la terapia, tratamiento o producto por sí misma. A este punto cabe añadir que son necesarios un número mínimo de participantes para que éstos supongan una muestra representativa de la población de interés. Este número mínimo de participantes se calcula a través de una fórmula matemática.
Los principios anteriores en su conjunto nos llevan a la posibilidad de poder falsear o no las diferentes teorías, metodologías o terapias, que es en última instancia lo que permite validar una afirmación, creencia o práctica como científica. Falsar significa que se puede comprobar empíricamente si algo funciona o no.
Por ejemplo, la idea de las energías místicas o de los chacras que algunas pseudociencias o terapias alternativas de salud afirman que todas las personas poseemos, puede ser cierta o falsa, pero no es posible diseñar, o por lo menos todavía no se ha diseñado, un experimento que pueda demostrarlo, por lo que no es “falsable” y, por tanto, no se puede denominar como ciencia.
¿Es la psicología una cuestión de fe?
Tras esta pregunta, a mí me surge otra más: ¿Por qué las personas cuestionan la psicología como si un asunto de fe se tratara?
Lamentablemente no tengo una respuesta científica a esta pregunta (en un futuro intentaré someterla al método científico si encuentro la forma). Pero si tuviera que dar una respuesta volvería a recurrir a la desinformación respecto a qué es psicología y qué no lo es, como primera y principal causa.
Además, añadiría a lo anterior una mezcla entre un aprendizaje que se nos ha inculcado de estereotipos y prejuicios sobre qué es la psicología (debilidad, locura, etc.) y el afloramiento de innumerables terapias alternativas o pseudoterapias, no basadas en el método científico, que tristemente desprestigian la psicología.
Psicología clínica
Centrándome en la psicología clínica y en concreto en la Psicología Cognitivo-Conductual, que es mi campo de especialización, una vez comprobados a través del método científico los resultados de diferentes tratamientos psicológicos se puede determinar.
Por ejemplo que la exposición funciona para un trastorno denominado agorafobia,estudiando sus síntomas y tratamiento, al igual que para otros trastornos psicológicos. Además, cualquier psicólogo, como por ejemplo yo misma, puede aplicar y comprobar que funciona, sin importar la ciudad, ni la fase de la luna ni el día que aplique tal tratamiento.
El objetivo de este artículo, como el título indica, no se centra en explicar al lector todas y cada una de las técnicas y estrategias en el ámbito de la Psicología Clínica que han sido comprobadas y validadas experimentalmente en términos de eficacia y fiabilidad. Más bien mis esfuerzos van dirigidos a resaltar la importancia de que las personas tomen conciencia sobre a qué profesionales acuden en busca de tratamientos, ya que lo peor que puede pasar no es que se malgaste el dinero. Se escuchan con pasmosa frecuencia noticias que van desde personas que venden elixires curativos que resultan ser en realidad tóxicos y perjudiciales para la salud hasta personas que, al sustituir los tratamientos probados y validados por los tratamientos y remedios ofrecidos por las pseudoterapias, han sufrido consecuencias nefastas arriesgando incluso su propia vida.
Las personas tenemos la tendencia de acudir a lo conocido, a aquello que nos han referenciado bajo la premisa de: “a mí me funciona”, porque lo desconocido produce inseguridad e incertidumbre. Cierto es que, como en todo, hay profesionales, más o menos agradables, más o menos afectuosos, pero cuando ponemos nuestra salud en manos de otras personas, es fundamental que sepamos a qué y a quién nos estamos exponiendo.
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