Durante la adolescencia los amigos, no sólo son importantes, son fundamentales.
Para muchos adolescentes, el grupo de iguales se convierte en un verdadero espejo, un refugio y, a veces, una tormenta. Pero, ¿por qué este grupo tiene tanta influencia en una etapa en la que se define buena parte de la identidad?
Una brújula fuera de casa
La adolescencia es una etapa de transición en la que la persona comienza a mirar hacia fuera: ya no todo gira en torno a la familia. Aunque esta sigue siendo importante, el adolescente empieza a necesitar referentes externos para entender quién es. Y es ahí donde entra el grupo de iguales: compañeros, amistades, personas con las que comparte edad, códigos, gustos y experiencias.
Los iguales funcionan como una especie de «laboratorio social» en el que los adolescentes ensayan conductas, prueban ideas, exploran emociones y entrenan habilidades sociales. Es un espacio donde puede haber validación de lo que sienten, piensan y hacen.
Identidad y pertenencia
Vestirse igual, hablar con las mismas expresiones, compartir intereses musicales o de ocio… puede parecer superficial, pero en realidad es un proceso profundo de búsqueda de identidad. El grupo proporciona pertenencia, y sentir que se forma parte de algo es una necesidad básica, especialmente en una etapa en la que todo cambia (cuerpo, emociones, vínculos…).
Cuando un adolescente siente que encaja, que es aceptado, su autoestima se fortalece. Por el contrario, sentirse excluido o rechazado por los iguales puede tener un gran impacto emocional, alimentando inseguridades, tristeza e incluso problemas de salud mental.
Entre la presión y el apoyo
No todo es de color rosa en los grupos de adolescentes. A veces, la necesidad de encajar puede llevar al adolescente a realizar conductas con las que no se está del todo de acuerdo. Esto se llama presión del grupo.
Sin embargo, el grupo también puede ser una fuente de apoyo positivo. Muchos adolescentes aprenden a poner límites, a expresar lo que sienten o a defender sus ideas en estos contextos. De hecho, cuando el grupo tiene valores prosociales (empatía, respeto, cuidado), puede proteger frente a riesgos y ser un motor de crecimiento.
¿Y los adultos dónde están?
Los adultos no desaparecen del mapa, aunque a veces lo parezca. Padres, madres, docentes o profesionales de la salud siguen teniendo un papel muy importante e insustituible. La clave está en no competir con el grupo, sino en comprender su función. Escuchar sin juzgar, interesarse de verdad por los vínculos del adolescente y ofrecer a la persona espacios seguros para hablar son formas de acompañar sin invadir y de fortalecer el vínculo.
Conclusión
El grupo de iguales en la adolescencia no es sólo un conjunto de amigos: es un escenario clave donde se juega buena parte del desarrollo emocional, social y personal. Acompañar a los adolescentes en esta etapa no significa controlar sus amistades, sino ayudarlos a comprender cómo influyen en ellos, fomentar su pensamiento crítico y fortalecer su autoestima para que puedan elegir con quién y cómo quieren relacionarse.
Porque, al final, los vínculos que construimos en la adolescencia no se limitan a dejar una huella, sino que a veces también nos enseñan quiénes somos.
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IGUALDAD DE GÉNERO
En coherencia con el valor asumido de la igualdad de género, todas las denominaciones que en este documento hacen referencia a personas y se efectúan en género masculino, cuando no hayan sido sustituido por términos genéricos, se entenderán hechas indistintamente, según el género de la persona que los desempeñe.
