La crianza y sus estilos

La crianza es un concepto que se refiere al proceso de cuidado, educación y orientación que los cuidadores (padres, tutores u otras personas) proporcionan a los niños durante su infancia para promover su desarrollo físico, emocional, social e intelectual. La crianza incluye la transmisión de valores, normas sociales, habilidades prácticas y conocimientos que ayudan a los niños a convertirse en personas autónomas, responsables y competentes. La crianza también incluye el establecimiento de límites, la resolución de conflictos y la creación de un entorno seguro para el crecimiento y desarrollo del niño.

Estilos parentales y tipos de crianza

En la década de los ochenta, Maccoby y Martin reformularon la teoría de la crianza (formulada inicialmente por Barmrind) y propusieron que los diferentes estilos parentales eran el resultado de la interacción de dos dimensiones:

  • Disposición materna/paterna a la respuesta de las conductas de los hijos: esta dimensión está relacionada con el cariño, la aprobación, el afecto, la comunicación, la aceptación y la ayuda que los padres muestran y expresan hacia los hijos.
  • Exigencia materna/paterna: Tiene que ver con aspectos como el control, la disciplina, las reglas y las consecuencias que se dan dentro de una familia.

Según estas dos dimensiones, es decir, combinándolas, pueden distinguirse los cuatro estilos (educativos) parentales:

  1. Autoritario: Este estilo se caracteriza por un alto nivel de control y disciplina, junto a un bajo nivel de cariño y comunicación.
  2. Permisivo: Se trata de un estilo que suele encontrar problemas para poner límites y para hacer efectivo el cumplimiento de normas. Sin embargo, sí que presentan altos niveles de comunicación y afecto.
  3. Negligente: Este estilo presenta niveles bajos tanto en cuanto a disciplina como a afecto. Las necesidades básicas de los niños, tanto en el plano de la seguridad emocional como en el de la afectividad, no suelen estar cubiertas.
  4. Democrático: El este estilo posee altos niveles de afecto y comunicación, así como de control y disciplina.

El estilo democrático es el estilo (educativo) parental que ha demostrado mayores beneficios a corto y largo plazo. Su objetivo no es el de imponer conductas, sino que trata de explicar y hacer entender las normas, los derechos y los valores a través de explicaciones adaptadas para los niños. Las familias que responden a este estilo. Poseen un sistema de normas, límites y de consecuencias adecuadas. Realizan una buena gestión de los conflictos, cuentan con buenas habilidades de escucha y logran llegar a acuerdos que benefician a los diferentes miembros de la familia.

¿Qué es la crianza positiva?

La crianza positiva está encuadrada en un estilo de crianza democrático. Sus bases principales son el respeto, la empatía y la comprensión, donde se enseña a los niños y niñas las consecuencias que pueden tener sus acciones en el entorno, dejando de lado los castigos, el miedo y los gritos.

De esta manera, se conecta la conducta con la consecuencia directa, para que sea la propia consecuencia la que genere impacto con el niño. Por ejemplo, si el niño no desea ponerse la chaqueta a pesar de que fuera hace frío, se le deja salir sin chaqueta y, cuando sienta frío, se le ofrece. De esta manera él mismo creará la asociación frío-chaqueta sin gritos o regañinas en exceso por parte de los progenitores.

El papel de los refuerzos y los castigos

Para tener una mejor comprensión de los comportamientos que aparecen en los niños y para poder gestionar aquéllos que deseamos eliminar y también los que deseamos incitar, es importante conocer los diferentes tipos de consecuencias y cómo éstas tienen un impacto en las conductas de los niños.

Las palabras recompensa y castigo están muy presentes en los discursos relacionados con la crianza. Sin embargo, estos términos son, con frecuencia, confundidos y mal utilizados. Por tales motivos, es importante conocerlos.

Los tipos de consecuencias pueden dividirse en dos dimensiones:

Refuerzo: son aquellas consecuencias que aumentan la probabilidad de que una conducta aparezca de nuevo en el futuro. A su vez, el refuerzo puede ser:

  • Positivo: Los refuerzos positivos son consecuencias deseables para los niños, que aparecen tras una conducta (por eso son consecuencias) y que aumentan la probabilidad de que en el futuro aparezca de nuevo esas conductas. Un ejemplo podría ser que, cada vez que un niño lleva a cabo sus deberes, sus padres le ofrecen una pegatina de su equipo de fútbol favorito.
  • Negativo: los refuerzos negativos son aquellas consecuencias, también deseables para los niños, que tienen lugar tras una conducta, pero que en esta ocasión lo son por retirar algo que para el niño le resulta desagradable. Por ejemplo, si Carlota ayuda a Mario a hacer su tarea, la profesora le quitará un negativo que le había puesto a Carlota anteriormente, lo que aumentará la probabilidad de que en el futuro Carlota lleve a cabo conductas de ayuda a sus compañeros.

Castigo: los castigos son consecuencias que reducen la probabilidad de que una conducta vuelva a aparecer. En este caso también pueden ser:

  • Positivo: cuando seguido a una conducta aparece un estímulo desagradable (el término positivo se refiere a que, tras una conducta, aparece un estímulo nuevo (aunque este sea desagradable). Un ejemplo podría ser que, ante un mal comportamiento, el niño recibe una regañina de su papá.
  • Negativo: cuando, ante un comportamiento, se retira un estímulo agradable. Por ejemplo, si debido a un mal comportamiento del niño, como consecuencia no se le permite ir a casa de su amiguito para jugar.

Es importante tener en cuenta los objetivos que se persiguen con cada una de las consecuencias, a fin de poder aplicarlas del modo más eficaz en las diferentes situaciones. También es importante ser conscientes de las diferentes etapas e hitos del desarrollo de los niños, de manera que las expectativas estén ajustadas a lo que se puede esperar con cada una de ellas.

Cómo emplear las consecuencias de forma correcta

Aquí incluimos una serie de algunas claves a tener en cuenta para crear un sistema de reglas y consecuencias adecuado:

  1. Es importante crear un sistema de normas adaptado a la edad del niño, teniendo en cuenta su capacidad, su desarrollo cognitivo y emocional en cada etapa de su vida. De esta manera, las exigencias serán apropiadas y alcanzables para ellos.
  2. Las normas deben ser explícitas y deben ser explicadas claramente para que los niños las entiendan y las tengan presentes.
  3. El número de normas debe estar ajustado a la edad del niño.
  4. Se deben reforzar las aproximaciones sucesivas al cumplimiento de la norma: el aprendizaje es un proceso que requiere tiempo y diferentes intentos para los niños. Los padres deben actuar como guías, reforzando no sólo los intentos, sino también los acercamientos que pueda mostrar el niño; lo padres han de actuar como referentes y modelos en el cumplimiento de las normas.
  5. El incumplimiento de la norma debe conllevar la aparición de una consecuencia. Pero tales consecuencias han de ser:
  • Proporcionales a la acción inadecuada o daño causado.
  • Cuando sea posible, deben ayudar al niño a reparar el daño provocado. Por ejemplo, si tira los juguetes, debe ayudársele a recogerlos.
  • Las consecuencias no deben convertirse en una forma de “vengarse” de los niños.
  • Es recomendable emplear de manera adecuada la comunicación: no emplear descalificativos, moderar el tono de voz, no realizar acusaciones severas y tratar de manera respetuosa. Es recomendable que se realice una explicación acerca de por qué aparece la consecuencia (y qué norma se ha incumplido).
  • Debe prestarse atención a la respuesta emocional: durante la infancia, los niños se encuentran en pleno proceso de aprendizaje de aspectos como el autocontrol, la gestión emocional, la empatía, la responsabilidad, etc. Cuando los niños se encuentran alterados, ya sea debido a rabietas, llantos, reacciones de miedo o de sorpresa, el adulto debe, primeramente, acoger la emoción, y acompañar y ayudar al niño a regular su emoción antes de aplicar las consecuencias. Esto no significa que la consecuencia desaparezca o que no se lleve a cabo, sino que el adulto debe regular su propia emoción y esperar a que el nivel de activación emocional disminuya. Por ejemplo: si llega el momento de recoger los juguetes y en el niño se desencadena una rabieta, no se debe dar ninguna explicación en ese momento ni tampoco exigir la recogida de los juguetes, puesto que esto puede contribuir a aumentar el nivel de emoción. Es imprescindible esperar a que el niño esté calmado para, y sólo entonces, pedirle que recoja los juguetes (y prestándole ayuda si es necesario).
  • Las consecuencias pueden ser flexibles: el foco no debe solo estar en la conducta o en la regla, sino que los padres también pueden adaptar las consecuencias al contexto o a las necesidades del niño. Por ejemplo, si un niño tira por accidente sus juguetes, pero seguidamente los recoge, la conducta de recoger los juguetes debe ser también reforzada. Por supuesto, una conducta accidental no debe ser castigada.
  • El afecto y el cariño de los padres debe ser incondicional. Es decir, consecuencias como la ley del hielo o verbalizaciones del tipo “ya sabes que a mamá o a papá no le gusta el niño que esas cosas”; tales manifestaciones pueden alterar o dañar el desarrollo emocional de los niños.

Conclusión

La crianza es un proceso complejo que involucra la interacción entre padres e hijos, así como la aparición inevitable de diferentes estilos (educativos) parentales. Desde el estilo autoritario hasta el permisivo, cada enfoque tiene sus propias características e implicaciones en el desarrollo emocional y conductual del niño. Por ello, es crucial conocer la importancia de establecer normas claras y consistentes, así como de aplicar refuerzos y castigos de manera adecuada. Y tan importante como esto, es también recordar que el objetivo final de la crianza es promover un ambiente de afecto, apoyo y comprensión que fomente el crecimiento saludable del niño.

Entender el desarrollo infantil y responder de manera sensible a las necesidades de los niños permitirá a los padres establecer un sistema de normas que promueva el bienestar y el desarrollo positivo de sus hijos.

Una crianza basada en el respeto mutuo y la comunicación abierta sienta las bases para unas relaciones familiares saludables y satisfactorias en el presente y el futuro, a la vez que consigue que el niño se desarrolle en un ambiente seguro.

IGUALDAD DE GÉNERO

En coherencia con el valor asumido de la igualdad de género, todas las denominaciones que en este documento hacen referencia a personas y se efectúan en género masculino, cuando no hayan sido sustituido por términos genéricos, se entenderán hechas indistintamente en género femenino o masculino, según el género de la persona que los desempeñe.

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